martes, 31 de agosto de 2010

Las víctimas del peligro del vapor

El empresario Jaime Casablancas Carol, que manipulaba la máquina al producirse la explosión salió despedido y cayó en el patio de una casa de la calle de la Estrella. Por su lado la caldera se partió en dos y mientras la parte superior fué a parar a los patios que se ven en las fotografías, la inferior fué a parar a una casa de la calle Vallés.
El accidente producido alrededor de las cuatro de la tarde del día 23 de diciembre de 1948, conmocionó a la ciudad. El estrépito de la explosión se sentió por todo el ámbito. Los detalles de lo ocurrido reflejado con elocuencia en las fotos, también se difundieron en el acto y tal como suele pasar en estos casos, más de uno consideró que el desastre pudo ser mayor.
Cinco heridos entre caminantes, vecinos y trabajadores, completaron el balance del accidente, no muchos ateniendonos a los destrozos que se extendieron a las fábricas adyacentes a la de Jaime Casablancas y cia. La casa de Vicente Cascon, también dedicada al textil no quedó un vidrio entero, y a las construcciones mecánicas Xipell se cayó parte del tejado.
De calderas de vapor, en Sabadell, explotaron muchas más, antes y después de este, pero nunca con tanta violencia y con consecuencias tan graves. Aún hay muchos sabadellences que recuerdan este accidente que, por otro lado, resulta muy significativo de las dificultades que padecía la industria local a fines de los años cuarenta aún en la post guerra.

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TIEMPOS DIFÍCILES
El vapor en el siglo pasado, habia impulsado la puesta en marcha industrial de la ciudad y en la década de 1910 desapareció como fuerza motriz a causa de la electricidad. Volvía en medio de las penurias de la época. Las restricciones eléctricas, a consecuencia de la pertinaz sequía y a la insuficiencia de represas, obligaron a recuperar las calderas.
A diferencia del siglo pasado, las máquinas de vapor no siempre se utilizaron para mover las máquinas de hilaturas y telares, en los años cuarenta se utilizaban para producir electricidad, con los que cuando se cortaba la electricidad las industrias hacían su propia corriente para salir del paso y seguír produciendo.
Los restos que se ven en medio de las ruinas en que terminó la fábrica siniestrada hacen pensar en una instalación de estas características, entre las desferras destaca parte de la máquina de vapor donde evidentemente falta la caldera que salió volando y se puede reconocer lo que es un generador eléctrico. Los técnicos de esos tiempos, muchos aún vivos, lo podrían aclarar.
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MÁQUINA MARINA
En cuanto a los orígenes de esta máquina de docientos caballos, descrita en la prensa local de la época como caldera marina de vapor, reconocieron otros episodios corrientes en estos tiempos. Porque aquellos vapores de los años cuarenta no eran los que había habido en las fábricas del siglo pasado, eran máquinas aprovechadas vanidadas en mil y un lugares. El problema de las restricciones eléctricas hizo que de golpe, traficantes de máquinas e incluso traficantes de hierro viejo ofertaran a las empresas máquinas de vapor, como ésta, muchas venían de barcos donde los motores iban reemplazando el vapor, también habia que procedían de instalaciones de minas de apisonadoras.
Como es de entender, la adaptación de aquellas máquinas viejas al nuevo uso no siempre resultaba sencilla, y más el arrinconamiento de la máquina de vapor, producida treinta años antes de las fábricas textiles de Sabadell hacía que carecieran de especialístas calificados. En este caso era el mísmo empresario Jaime Casablancas, el que hacía la instalación.
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INDUSTRIAL VALIENTE
El esforzado Jaime Casablancas Carol, el pobre dueño que va a morir en el intento de poner en marcha la máquina, se llevo con él los motivos precisos que podrían explicar la causa del accidente. Pero más que eventual ignorancia técnica, fué víctima de lo problemas que sufría la industria del país y la iniciativa que los empresarios decidieron para superarlos.
En medio de esa situación, por otro lado había conciencia del peligro que llevaba la instalación de máquinas obsoletas y envejecidas. Arnau Isard ingeniero industrial sabadellence y basto conocedor del tema, hizo toda una campaña para dar razón a base de pronunciar conferencias y describir sobre el tema.
Sabadell, ciudad de tradición industrial, tenía una apreciable experiencia al respecto, todos los que se movían en las fábricas textiles sabían que las calderas podían explotar. La conciencia del peligro era de hecho, tan antigua como el propio invento del vapor. El miedo de los vecinos ya hizo parar la primera máquina, la que en 1935 se instaló en la calle San Qirze.
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VASTA MEMORIA
Al tiempo fuerte de la energía que dió impulso y cambió al mundo, las inspecciones de los ingenieros municipales siempre fueron bien rigurosas. Y sobre todo en la rama del agua, donde el vapor sigue siendo usado. Aún se cuentan casos de fogoneros que por negligencia o por temerarios, había provocado accidentes similares siempre graves.
Este accidente, posiblemente el más grave en Sabadell, terminó integrando una relación de recuerdos de accidentes parecidos, en la amplia memoria colectiva de los sabadellences. Y a más a quedado estas fotografías el interés de las cuales va mucho más allá que el testimonio de los hechos. También se ven aspectos de la vida de esa época.
Las casas afectadas, a través de los destrozos ocacionados por la caldera, se puede observar la precaria sencillez de una cocina como tantas había en las casas y los pisos populares. La pared ahumada del fuego en el piso y el fogoncito de carbón, se ven a través de las paredes rotas, el vapor retornaba a las fábricas pero en las casas todavía no llegaron los eletrodomésticos.
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Fábrica después de la explosión

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2 comentarios:

  1. Muchas Gracias. Parece excepcional que un comentario tan bien documentado i relatado venga de tan lejos.

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  2. Por cierto, la primera máquina de vapor instalada en la calle Sant Quirze y que los vecinos temían, fue en el año 1838.

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